Antecedentes de los valores saludables de AOVE. Un producto estratégico

La salud ha estado siempre relacionada con el aceite de oliva. Desde los médicos grecorromanos hasta nuestros días se han valorado sus propiedades nutricionales y terapéuticas. Y no es una cuestión menor su valor gastronómico, pues en la dieta mediterránea es uno de los elementos fundamentales.

Siendo España el mayor productor del mundo y reconociéndose hoy día, después de poner en valor esta contundente y demostrada verdad científica, su valor nutricional, terapéutico y gastronómico, es un producto estratégico y una responsabilidad, cuidar y mejorar el olivar como herencia de una cultura milenaria y la bendición de encontrarnos en un espacio geográfico y climático que lo propicia.

España consume y exporta salud y gastronomía. Por fortuna, se ha llegado a un punto de madurez en las tendencias de consumo en todo el mundo que incluye al AOVE como un elemento esencial, por lo que es una oportunidad solo aprovechada si seguimos cuidando calidad, trazabilidad, elaboración y envasado del producto final.

Ya en la antigua Grecia, Homero (siglo VIII aC) se refirió al aceite de oliva como “oro líquido”, Hipócrates (400 a.C) lo llamó “el gran sanador”, Dioscórides (40-90 d.C) señaló las cualidades sanadoras para afecciones de la piel con distintos preparados de hojas de olivo. Galeno (129-216 d.C) describe lo que podríamos definir como primera crema hidratante de la historia a base de aceite de oliva, agua y cera de abejas.

Posteriormente, la tradición médica hispanoárabe, recupera y ensalza las cualidades del aceite de oliva. Averroes, Maimónides, Abulcasis, Avenzoar, Al-Arbuli, entre otros.

Paracelso, Suiza, año 1.500, sostenía las cualidades curativas del aceite de oliva. Otros como Ancl Keys o Walter C. Willet, en el siglo XX, trabajan en profundidad sobre la dieta mediterránea.